domingo, 10 de marzo de 2019

Las diligencias

Hay muchos malentendidos sobre los viajes de diligencias en Sonora, antes del ferrocarril. Uno de ellos era la  velocidad, ya que la que la que permitían los viajes por los polvorientos caminos de Sonora, era de un máximo de alrededor de 15 Km/h. 

“la diligencia tenía tres asientos, ocupados por nueve pasajeros. Debido a que los ocupantes de los asientos frontal y de en medio quedaban frente a frente, era necesario que estos seis individuos entrelazaran los pies; y como había sólo espacio adentro para diez de los doce pies, cada lado de la diligencia iba adornada con un pie que a veces colgaba cerca de la rueda y a veces trataba vanamente de encontrar apoyo… [mientras que la valija] pesada de correos que aplastaba la parte trasera, nos mantenía a los que íbamos en el asiento delantero constantemente inclinados hacia adelante, quitándonos todo apoyo de nuestras espaldas, haciendo el descanso imposible… la fatiga del viaje ininterrumpido de día y de noche en esa diligencia hacinada, en las posiciones más incómodas, lo que nos empezaba a afectar seriamente a todos los pasajeros, produciendo una condición que se acercaba a la locura… En algunos pasajeros esta manía temporal se desarrollaba a tal grado que por su propia seguridad y la de los demás pasajeros se hacía necesario dejarlos en la estación más cercana, en donde el sueño comúnmente los restauraba, antes de la llegada de la próxima diligencia la siguiente semana… ejemplos han ocurrido que algunos viajeros han brincado de la diligencia en esta condición y caminado hasta morir de sed en el desierto.” 

Para entender mejor la situación entonces, es necesario acudir al manual de reglas de urbanidad de la compañía Wells Fargo, que prohibía consumir alcohol, aunque si se consumía éste, era recomendable compartirlo. 

Además, prohibía fumar puros o pipa, y si se mascaba tabaco, debían de tirarse los escupitajos por la ventana abierta y a favor del viento. Además, había una serie de disposiciones contra roncar en el camino, y hacer uso de las armas, que por otro lado, no estaban prohibidas. El peligro era que se asustaran las bestias de la diligencia. Y para terminar, la recomendación expresa de que los temas de conversación fuesen innocuos, sin manejar temas de indios o de atracos a diligencias. 

Ya mencioné anteriormente, en otro artículo, las rutas de diligencias que había en el Norte de Sonora. Recordemos que Sonora era una entidad prácticamente desprovista de ciudades. Unicamente había las de Álamos, Guaymas y Hermosillo.

En el Sur, había una línea de diligencias, de Álamos a Mazatlán, en tres corridas a la semana, saliendo los días martes, jueves y sábados de Álamos, y pasando por El Fuerte, Sinaloa y Culiacán; otra más de Álamos al puerto de Guaymas; de donde salía por barco, dirigidas hacia afuera de Sonora, ya que no había comunicación terrestre al exterior.


 Había dos rutas internacionales: de Guaymas a la Paz, de la Paz a San Diego, y de allí a San Francisco; la segunda de Guaymas a Centro y Sudamérica, luego al estrecho de Magallanes y en seguida a Europa. 

Había otra, nacional por la costa del Pacífico, de Guaymas-Altata-La Paz-Mazatlán-San Blas y Manzanillo.

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